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lunes, 29 de agosto de 2016
Enfermedades neurológicas repercuten en problemas de visión
De las patologías neurológicas, el 90 por ciento tiene alguna repercusión en la visión, aseveró la jefa del Servicio de Neuro-Oftalmología del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) de Mexico, Irene González.
En un comunicado, la especialista indicó que esa área del conocimiento es punto de referencia a nivel nacional para el tratamiento de pacientes con algún problema de esa índole.
La doctora expuso que en el Servicio de Neuro-Oftalmología es atendido un espectro amplio de enfermedades de la cabeza, la cuales causan problemas oftálmicos como tumores cerebrales.
Así como accidentes cerebrovasculares, patologías desmielinizantes, infecciones y esclerosis múltiple, esta última es la más frecuente en el campo de la neuro-oftalmología.
La especialista detalló que los pacientes reciben atención para la realización de estudios de campimetría visual, valoración oftalmológica general y neuro-oftalmológica.
El Servicio de Neuro-Oftalmología atiende a por lo menos 50 pacientes diarios, con diferentes enfermedades neuronales, abundó Irene González.
viernes, 8 de julio de 2016
Descubren 'atajo' que usa el cerebro para advertir de riesgos
MADRID, ESPAÑA (08/JUL/2016).-
Un equipo internacional de científicos ha descubierto que, ante
situaciones peligrosas o que puedan suponer una amenaza para nuestra
vida, el cerebro
usa un "atajo" para enviar una alarma "ultrarrápida" a la amígdala, el
área encargada de procesar, entre otras emociones, el miedo.
La investigación, publicada en Nature Neuroscience, ayudará a entender mejor trastornos como la ansiedad o las fobias, y otras enfermedades actualmente difíciles de tratar.
La amígdala es una de las partes más profundas del cerebro, que, desde el punto de vista evolutivo cuenta con estructuras subcorticales antiguas, como, además de la amígdala, el hipocampo, y otras posteriores como la corteza, la parte externa que cubre los dos hemisferios.
"El circuito que llega a la amígdala es como la calzada de una ciudad romana. Sobre ella han pasado muchas otras civilizaciones pero todavía sigue en uso", indicó Bryan Strange, director del Laboratorio de Neurociencia Clínica del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (CTB-UPM) y autor principal del estudio.
Esta parte del cerebro es la encargada de procesar el miedo y la mayor parte de las emociones de carga negativa como la ira.
"Cuando vemos imágenes de algo que puede ser una amenaza, la amígdala se activa, una actividad que se puede medir con resonancias funcionales y otras técnicas de neuroimagen", explicó Strange.
Sin embargo, dado que la amígdala es una estructura muy profunda del cerebro, estas técnicas carecen de la resolución suficiente para ver cómo funciona el proceso. Hacen falta otras técnicas, como el uso de electrodos implantados en esta región cerebral.
En el estudio publicado en Nature Neuroscience, los investigadores contaron con la colaboración de once pacientes en tratamiento por epilepsia, que durante una semana llevaron implantes de electrodos que registraban toda su actividad cerebral.
Supervisados por el doctor Antonio Gil-Nagel, coautor del estudio y neurólogo del hospital Rúber Internacional, los pacientes colaboraron en dos experimentos.
En el primero, se les mostró imágenes de caras con expresión neutra, de miedo y de felicidad.
"Cuando vieron las imágenes de caras con miedo, observamos que la actividad de la amígdala se encendía súper rápido, a unos 70 milisegundos, es decir, la amígdala detectaba una amenaza en tiempo récord", cuenta Strange.
Al mismo tiempo, los investigadores registraron la actividad en la corteza visual de esos pacientes y vieron que en este área del cerebro, tras ver las caras de miedo, la señal de respuesta tardó 170 milisegundos en llegar, es decir, cien milisegundos más tarde que a la amígdala, "un tiempo que en el cerebro es una eternidad", puntualiza Strange.
En un segundo experimento, los pacientes vieron escenas desagradables pero que no implicaban peligro.
En este caso, la actividad en la amígdala tardó unos 200 milisegundos, lo que significa que el cerebro sólo utiliza el atajo "para estímulos que representan una amenaza", concluye.
Este atajo neuronal es un circuito neuronal formado por células del tipo "magnocelular", las más rápidas llevando información al cerebro, incluso aunque sean de baja frecuencia, mala calidad o borrosas, explicó Strange.
La investigación concluye que este circuito neuronal es el encargado de transmitir la información más urgente para la supervivencia, y que lo hace a tal velocidad que es una "reacción automática que no se puede controlar conscientemente".
Saber esto, ayudará a entender y tratar enfermedades como la ansiedad o las fobias, porque "es importante saber que hay mecanismos que no son controlables bajo nuestra voluntad consciente y que se transmiten al cerebro a tal velocidad que son algo automático".
La investigación, publicada en Nature Neuroscience, ayudará a entender mejor trastornos como la ansiedad o las fobias, y otras enfermedades actualmente difíciles de tratar.
La amígdala es una de las partes más profundas del cerebro, que, desde el punto de vista evolutivo cuenta con estructuras subcorticales antiguas, como, además de la amígdala, el hipocampo, y otras posteriores como la corteza, la parte externa que cubre los dos hemisferios.
"El circuito que llega a la amígdala es como la calzada de una ciudad romana. Sobre ella han pasado muchas otras civilizaciones pero todavía sigue en uso", indicó Bryan Strange, director del Laboratorio de Neurociencia Clínica del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (CTB-UPM) y autor principal del estudio.
Esta parte del cerebro es la encargada de procesar el miedo y la mayor parte de las emociones de carga negativa como la ira.
"Cuando vemos imágenes de algo que puede ser una amenaza, la amígdala se activa, una actividad que se puede medir con resonancias funcionales y otras técnicas de neuroimagen", explicó Strange.
Sin embargo, dado que la amígdala es una estructura muy profunda del cerebro, estas técnicas carecen de la resolución suficiente para ver cómo funciona el proceso. Hacen falta otras técnicas, como el uso de electrodos implantados en esta región cerebral.
En el estudio publicado en Nature Neuroscience, los investigadores contaron con la colaboración de once pacientes en tratamiento por epilepsia, que durante una semana llevaron implantes de electrodos que registraban toda su actividad cerebral.
Supervisados por el doctor Antonio Gil-Nagel, coautor del estudio y neurólogo del hospital Rúber Internacional, los pacientes colaboraron en dos experimentos.
En el primero, se les mostró imágenes de caras con expresión neutra, de miedo y de felicidad.
"Cuando vieron las imágenes de caras con miedo, observamos que la actividad de la amígdala se encendía súper rápido, a unos 70 milisegundos, es decir, la amígdala detectaba una amenaza en tiempo récord", cuenta Strange.
Al mismo tiempo, los investigadores registraron la actividad en la corteza visual de esos pacientes y vieron que en este área del cerebro, tras ver las caras de miedo, la señal de respuesta tardó 170 milisegundos en llegar, es decir, cien milisegundos más tarde que a la amígdala, "un tiempo que en el cerebro es una eternidad", puntualiza Strange.
En un segundo experimento, los pacientes vieron escenas desagradables pero que no implicaban peligro.
En este caso, la actividad en la amígdala tardó unos 200 milisegundos, lo que significa que el cerebro sólo utiliza el atajo "para estímulos que representan una amenaza", concluye.
Este atajo neuronal es un circuito neuronal formado por células del tipo "magnocelular", las más rápidas llevando información al cerebro, incluso aunque sean de baja frecuencia, mala calidad o borrosas, explicó Strange.
La investigación concluye que este circuito neuronal es el encargado de transmitir la información más urgente para la supervivencia, y que lo hace a tal velocidad que es una "reacción automática que no se puede controlar conscientemente".
Saber esto, ayudará a entender y tratar enfermedades como la ansiedad o las fobias, porque "es importante saber que hay mecanismos que no son controlables bajo nuestra voluntad consciente y que se transmiten al cerebro a tal velocidad que son algo automático".
martes, 12 de abril de 2016
La ciencia todavía no puede explicar la mente
Mara Dierssen se subirá al escenario el 16 de abril 2016 en Barcelona para cantar con su grupo de rock, los From Lost to the River (literalmente, “de perdidos al río”). Son una banda como tantas otras, con la peculiaridad de que Dierssen acaba de dejar la presidencia de la Sociedad Española de Neurociencia y de que las letras de sus canciones están escritas por personas que nacieron con una copia extra de su cromosoma 21: tienen síndrome de Down. “¡Orgullosa de ser quien soy!”, grita uno de sus versos. Dierssen, hija de un neurocirujano alemán y nacida en Santander en 1961, es investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona. Allí, junto a la playa de la Barceloneta, prueba compuestos naturales, como un extracto de té verde, para tratar la discapacidad intelectual de personas con síndrome de Down. Además, la neurocientífica española es una apasionada de la divulgación de la ciencia, como demuestra en su libro El cerebro artístico. La creatividad desde la neurociencia, de la colección Descubrir la ciencia del Diario de EL PAÍS y Materia. Del 15 al 17 de abril de 2016, Dierssen participará en Action!, el Festival Internacional de Performance, Poesía y Ciencia de Barcelona. En el escenario, una persona con parálisis cerebral probará un dispositivo creado por el equipo de Dierssen: un sistema que conecta el cerebro con un software que traduce las ondas cerebrales, con el objetivo de convertir las emociones en sonidos.
Pregunta. Dice en su libro que el arte refleja el funcionamiento del cerebro humano.
Respuesta. Esa es la tendencia que existe en este momento en la neurociencia. El arte muestra características que desvelan aspectos fundamentales de la neurobiología. Los neurocientíficos aprendemos de los artistas. Todas las actividades humanas surgen de la actividad mental, aunque la mente es un proceso emergente que no se puede explicar por la suma de las actividades de cada neurona de nuestro cerebro. La mente, a día de hoy, no se puede explicar.
P. Muchos buscarán entonces una explicación religiosa de la mente.
R. Bueno, hay muchos fenómenos que no se pueden explicar por completo científicamente. El cáncer, por ejemplo, no se puede explicar del todo y no hace falta recurrir a una explicación religiosa. El cáncer no es religioso y la mente no tiene por qué serlo. Hay muchos fenómenos que todavía no sabemos explicar porque no tenemos las herramientas.
P. En su libro menciona casos de personas que no saben dibujar hasta que un día, de repente, empiezan a tener talento artístico tras sufrir un daño cerebral.
R. Son observaciones espectaculares, realizadas en la clínica por neurólogos como Oliver Sacks. Hay grupos de investigadores que están intentando comprender cuál es la reorganización del cerebro que se produce para dar lugar a ese fenómeno. A Anthony Cicoria, que era un cirujano, le cayó un rayo mientras hablaba por teléfono en una cabina. A partir de ese momento, empezó a tener necesidad de tocar música. Se convirtió en un gran pianista. Lo cuenta Sacks en su libro Musicofilia. También hay casos increíbles en el autismo, como el que se cuenta en el libro Nadia, de Lorna Selfe[sobre una niña autista inglesa que, a partir de los tres años, empezó a dibujar caballos como un artista adulto, con perspectiva y escorzo]. Hay reorganizaciones de la conectividad funcional en el cerebro. Surgen muchas preguntas: ¿cualquier cerebro bien reconectado podría dar lugar a un artista?
P. En una entrevista hace tres años decía que la sociedad española estaba instalada en algo que en neurociencia llaman “indefensión aprendida”: si a un ratón le enseñas que no puede escaparse de algo que le hace daño, el ratón aprende a asumirlo y lo que hace es desarrollar una depresión. ¿Sigue pensando lo mismo?
R. La gente ha llegado a un punto en el que la situación pone en peligro sus mínimos vitales. Entonces la cosa cambia. La sociedad española ha reaccionado, como también ocurre con los modelos animales. Reaccionamos porque la situación es insoportable o porque vemos una salida. Lo escribió Ramón y Cajal hace más de un siglo: “España no saldrá de su abatimiento mental mientras no reemplace las viejas cabezas de sus profesores, orientadas hacia el pasado, por otras nuevas orientadas al porvenir”. Ahora bien, si para conseguir el poder tienen que renunciar a las nuevas ideas, de nuevo volverán a decepcionar a los ciudadanos.
P. Usted sostiene que la inspiración creativa está asociada a un estado del cerebro.
"¿Cualquier cerebro reconectado por un golpe puede dar lugar a un artista?"
R. Hay un momento ajá, como le ocurre al protagonista de Vickie, el vikingo cuando dice “Tengo una idea”. Se han hecho estudios fisiológicos y de neuroimagen para intentar entender el correlato neurofisiológico de ese momento de inspiración. Si consiguiéramos identificar ese estado, podríamos intentar promoverlo.
P. ¿Con pastillas?
R. No necesariamente. Muchos artistas toman drogas y eso les genera un estado mental artificial, pero también pueden aparecer efectos secundarios lamentables. Hablo de ser capaces de promover sin pastillas ese estado de inspiración creativa, de ser conscientes de cómo te sientes en esos momentos de inspiración para recrear esas sensaciones con entrenamiento mental oneurofeedback.
P. Con su equipo ha creado un dispositivo, que llaman brain polyphony, para convertir emociones en sonidos.
"El tiempo que dedicamos a la divulgación de la ciencia se debería tener en cuenta"
R. Generamos emociones mediante una base de datos de diferentes imágenes y sonidos que generan estados emocionales concretos, como alegría, tristeza o miedo. A la vez hacemos un registro electroencefalográfico y podemos correlacionarlo con el estado mental que hemos generado. Lo que hacemos es utilizar un lenguaje musical para acabar de generar esa comunicación sin palabras. Lo utilizamos como un sistema de comunicación para personas que no pueden hablar, como los que sufren parálisis cerebral. Así pueden comunicar sus emociones, por ejemplo, a las personas que están dedicadas a su rehabilitación. El dispositivo también nos proporciona una herramienta musical. El día 16 de abril, en el festival Action! de Barcelona vamos a hacer un paseo musical por las emociones de una persona con parálisis cerebral.
P. Acaba de dejar la presidencia de la Sociedad Española de Neurociencia y una de sus prioridades ha sido la divulgación.
R. En los últimos años hemos visto un esfuerzo de los científicos por divulgar la ciencia. Ha habido un cambio de mentalidad para transferir conocimiento a la sociedad. Pero la divulgación sigue sin considerarse un mérito en la carrera científica. Mucha gente la considera una pérdida de tiempo frente a la investigación. El tiempo que dedicamos a la divulgación se debería tener en cuenta.
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